Este texto intenta explicar algunos aspectos de la propuesta de Mockus, es escrito por: Oscar Hernández Salgar, Músico y Administrador Cultural. Magíster en Estudios Culturales. Director del Departamento de Música de la Universidad Javeriana. Propongo sea sometido a profundo análisis aquello de la "legalidad" en un contexto de tan marcada injusticia social como el nuestro. Creo que hay que establecer un orden de prioridades y la bandera no puede ser hacer que todo mundo pague los impuestos cuando el mismo Estado Neoliberal es una maquina para crear pobres en serie. El neoliberalismo sólo a producido más desigualdad y creo que debemos intentar por otro camino, por el del Polo, no sé, pero al menos en su discurso, en su trayectoria alcanzo a dilucidar algo de cambio en la propuesta de Petro, algunos cambios estructurales, no me hago muchas ilusiones con ningún candidato la verdad, pero bueno, ahí va para enriquecer el debate:
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Lo Que Colombia merece,
lo que nosotros merecemos:
Ante la descarada omisión que los medios están haciendo de las
propuestas programáticas de los candidatos presidenciales, cada vez es
más necesario que los ciudadanos nos tomemos el trabajo de utilizar
los medios a nuestro alcance para llevar la discusión a niveles más
profundos. El debate de la semana pasada mostró un alto grado de
trivialización del escenario político. Los medios están contribuyendo
a menospreciar la capacidad de comprensión del colombiano promedio y
sólo hacen ecos de programas de gobierno que se resuman en dos o tres
palabras. Cuando alguien expone un concepto que va más allá de las
consignas obvias, dicen que es confuso y que no tiene claridad.
Por eso es importante mostrar las propuestas de la forma más clara
posible y tomarse el espacio necesario para destruir los mitos que se
han ido creando alrededor de figuras como Mockus, a quien como no le
pueden achacar ninguna relación con intereses oscuros (como a otros
candidatos), le han terminado endilgando una pretendida debilidad de
carácter acompañada de confusión de criterios.
Vamos por partes.
Juan Manuel Santos, que quiere mostrarse como el sucesor de Uribe,
exhibe la bandera de la mano dura basado en su gestión como Ministro
de Defensa. Desde esa posición elabora un discurso parecido al que
impuso George Bush sobre el terrorismo hace ya varios años: “quien no
está conmigo está contra mí”. La versión reeditada para la campaña es:
“quien no usa un lenguaje agresivo exclusivamente dirigido a las farc,
es un blandengue que se va a doblegar ante las exigencias del
terrorismo”. Además de convertir a la seguridad democrática en una
marca registrada, cuando se supone que es un deber de cualquier
gobierno civilizado, esto conlleva el supuesto de que si alguien
señala la necesidad de acabar con otras fuentes de violencia
(violencia doméstica o corrupción, por ejemplo), es porque se está
haciendo el de la vista gorda ante el terrorismo de las farc y va a
echar al piso la seguridad democrática. Estos razonamientos son
simplemente inaceptables, pero terminan siendo parte del sentido común
de la mayoría de la población porque han venido siendo presentados en
los medios con la misma persistencia irracional de cualquier emisora
que quiere “pegar” una canción. Uribe se ha encargado durante los
últimos ocho años de dejar muy en claro que en este país el terrorismo
se llama la’far’ y que todos los males son culpa del terrorismo. A
cualquier persona sensata esto le parecería una simplificación
excesiva de la realidad compleja de un país como Colombia, pero la
aceptación que tienen estas tesis es una evidencia de que la gente no
quiere enredarse y busca cosas simples.
La postura de Mockus es mucho más coherente y pertinente, pero no por
eso es menos clara o menos sencilla. Lo que pasa es que en el estado
actual de cosas, dicha propuesta requiere de una pequeña explicación
para ser entendida (explicación que no tiene cabida en nuestros
debates estilo reinado de Cartagena).
Aquí va la explicación.
El narcotráfico ha potenciado en Colombia una cultura en la que es
justificable salirse de la ley (por ejemplo usando la violencia) para
adquirir poder. Esa cultura es algo que tienen en común, por citar
unos ejemplos, los guerrilleros de las farc, los rastrojos, los
políticos del PIN, y algunos niños que desde las comunas de Medellín
aspiran a ser otro Pablo Escobar, otro Chupeta, otro Don Berna. Pero
la cultura del narcotráfico no se ha limitado a los círculos cercanos
de los narcotraficantes. La cultura mafiosa ha terminado haciendo cada
vez más débiles los límites morales, legales y culturales de grandes
sectores de la población. A muchos no les parece grave evadir uno que
otro impuesto de vez en cuando, o saltarse la letra pequeña cada
cierto tiempo - “¡Pero si yo no le hago daño a nadie. El estado no
siente!”-. Estamos más acostumbrados que otras sociedades a darnos
permisos, a forzar los límites y a usar atajos para “facilitar las
cosas”. No es que todo esto sea un fruto del narcotráfico, pero nadie
puede desconocer que el narcotráfico ha logrado sacar lo peor de
muchos colombianos. Y una de esas peores cosas es la cultura de la
trampa y el atajo. Así, en la propuesta de Mockus se pueden
identificar dos premisas esenciales.
En primer lugar, el país tiene un problema cultural que no se puede
achacar a un solo actor de forma exclusiva. Para ponerlo en otros
términos, la seguridad democrática sería como la medicina alopática o
convencional que ataca los síntomas (la’ far’) sin preocuparse por las
relaciones sistémicas que hay detrás de esos síntomas. La propuesta de
Mockus sería en cambio como la de la medicina bioenergética: tratar el
sistema para que desaparezcan los síntomas. Intervenir directamente la
cultura y crear un cambio de mentalidad para que no sea aceptable,
bajo ninguna circunstancia, la violación de algunos principios
básicos, como el respeto a la vida y el respeto a los recursos
públicos. A esto se refiere Mockus cuando propone crear tabúes de
manera que robar o matar sea igual de feo que pegarle a la mamá.
En segundo lugar, y yendo más adentro en la naturaleza del problema,
tenemos un tremendo divorcio entre la cultura, la ley y la moral. ¿qué
quiere decir eso? Quiere decir sencillamente que lo legal nos parece
jartísimo, lo que nos atrae y nos entusiasma suele ser ilegal y el
hecho de saltarnos la ley no nos provoca remordimientos. Así de
sencillo. Por eso es frecuente oír por ahí que tenemos una legislación
para un país como Suecia. Nosotros mismos no aceptamos que una
legislación progresista sea para Colombia porque reconocemos que
nuestra cultura menosprecia el valor de la ley. Y lo más grave: no nos
importa. Porque, como en todo estereotipo, esto tiene un lado bueno
que es el famoso mito de la malicia indígena. Los colombianos nos las
damos de vivos, de maliciosos, de astutos, y nos burlamos de los
canadienses, los gringos y los austríacos porque nos parecen
excesivamente ñoños. No hay que ser demasiado vivo para darse cuenta
que es esa misma viveza la que nos lleva a pasar por encima de la ley
sin que se nos mueva un pelo. Y es esa cultura de la trampa (la
malicia indígena no es más que un eufemismo), la que ha sido
alimentada por la ambición que trae el narcotráfico y que nos tiene
metidos en una espiral de violencia que lleva más de medio siglo.
Ahora bien, ¿cómo se crea un cambio de mentalidad tan grande como para
cerrar la brecha entre nuestra cultura y nuestra ley? Lo más
interesante es que Mockus es precisamente el único dirigente político
en el país que ha logrado cambios de este tipo desde una posición de
gobierno. Voy a mencionar dos ejemplos muy sencillos: En la década de
los ochenta era imposible ver a alguien en Bogotá manejando con
cinturón de seguridad. Al finalizar la primera alcaldía de Mockus todo
el mundo había desarrollado el instinto de ponerse el cinturón antes
de arrancar. De igual manera, a principios de los noventa los peatones
debían cruzar la calle entre los carros porque no existían cebras y
mucho menos existía la conciencia de respetarlas. Hoy en día el
conductor que queda atravesado en una cebra por un cambio de semáforo
siente inmediatamente la presión de estar haciendo algo mal. Estos
cambios no se lograron únicamente con mimos o con tarjetas rojas. Pero
tampoco se debieron exclusivamente a las multas. Estos cambios se
dieron gracias a la combinación de diferentes elementos. ¿Cuáles
elementos? Pues precisamente los que permiten acercar la ley a la
cultura y éstas dos a la moral. La multa funciona como una sanción
legal, pero si no va acompañada de una presión social, el multado
termina buscando la forma de evadirla y no llega a sentir culpa. El
mimo funciona como el símbolo de una sanción social, pero si no va
acompañado de una multa, no genera la fuerza suficiente para convertir
el comportamiento en hábito. Por eso la estrategia se puede resumir
así: combinar presiones legales con presiones sociales, en la misma
dirección, para producir remordimientos y culpas por los actos
ilegales. Por esa vía se lograron cambios importantes y duraderos en
Bogotá que hoy a muchos nos siguen enorgulleciendo.
La pregunta es: ¿puede usarse el mismo razonamiento para resolver los
problemas de Colombia? La apuesta es que sí se puede. De hecho es una
apuesta que apunta a una mano dura, más dura que la del uribismo más
recalcitrante. Por una sencilla razón: la mano dura de Uribe-Santos
está dirigida a erradicar militarmente a la’far’. La mano dura de
Mockus en cambio está dirigida a atacar jurídica, social y
militarmente cualquier tipo de ilegalidad. Y sabemos que la tolerancia
a la ilegalidad está detrás de todos los problemas del país. Desde la
corrupción hasta el desempleo pasando por la crisis de la salud y el
narcotráfico. El enemigo no es la izquierda o la derecha. El enemigo
no es el que piensa distinto o el que se niega a darme la razón. El
enemigo es la ilegalidad, en todas sus formas. Necesitamos que
Colombia sea un país legal
No es fácil, pero se puede. Se necesita una revolución cultural. Y
para esta revolución se necesita un mandato claro. Por eso es
importante que Mockus gane no raspando, sino con muchos, muchos votos.
No estamos pensando en ganar la campaña, sino en emprender la tarea
gigantesca de cambiar a Colombia para convertirla en un mejor país. Si
estas ideas le parecen convincentes, por favor vote por Mockus el 30
de mayo. Si le sigue pareciendo muy complicado y necesita algo más
simple, puede seguir siendo uribista o mamerto. Pero no diga que no se
lo advertimos.
(Escrito por:Oscar Hernández Salgar, Músico y Administrador Cultural.
Magíster en Estudios Culturales. Director del Departamento de Música
de la Universidad Javeriana)
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