Deambulando por lo que parece ser un universo dinámico, de paso por la vida, transformando el instante en eternidad y viceversa. Encontrandome y tal vez encontrandote en medio de una apacible calma que antecede algunas transformaciones como el amor o la muerte, creyendo en lo que es, lo que puede ser y lo que será.

sábado, 31 de octubre de 2009

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA COLONIALIDAD DEL SABER Y LA COMUNICACIÓN SOCIAL

Rebrujando entre mis viejos escritos encontré esta ponencia que no se llevó a cabo no recuerdo por qué, creo que nunca la envié. La creación del documento data de por allá, por diciembre del 2007, creo. Tiene algunos errores de ortografía y correcciones encima, la traigo como una idea del pasado, que de algún modo, considero, sigue vigente, ¿criticas o comentarios?. Buen camino.

Abstract

Pensar la construcción del pensamiento occidental implica pensar los procesos de colonialidad del poder, y por ende, los de la colonialidad del saber. ¿Qué papel jugó la colonialidad del saber en el pasado? ¿Qué papel juega la colonialidad del saber hoy en, por ejemplo, los pueblos latinoamericanos? ¿Será que las herramientas que nos fueron legadas (¿o impuestas?) por la colonización nos sirven para pensarnos desde una identidad propia, o tendremos que continuar el ejercicio de pensamiento-imitación de los países del primer mundo? ¿Y los comunicadores sociales que hacemos frente a esto?, ¿Seguimos reproduciendo los modelos impuestos o podemos hacer resistencia de alguna manera? Estas son las cuestiones que intento abordar en la ponencia.

Key Words: Colonialidad del Saber, Racionalidad Occidental, Individualismo, Modernidad.



ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA COLONIALIDAD DEL
SABER Y LA COMUNICACIÓN SOCIAL

“La pasividad es propia de los animales domesticados. Se puede imponer imperfectamente sobre los humanos, amenazándolos con la violencia. Se puede lograr plenamente con un sistema abarcador que defina la existencia.”

John Ralston Saul

El presente texto es un intento de aproximación a la discusión sobre: la colonialidad del saber, sus implicaciones y manifestaciones en la racionalidad occidental moderna para confrontarla con el rol de los Comunicadores Sociales hoy. En primer lugar me remontaré brevemente a los griegos tratando de ubicar algunos rasgos de la colonialidad del saber, sus mecanismos de coacción y exclusión mediante “la palabra” (logos). Luego, intentaré rastrear su propagación, hasta llegar a la modernidad y analizar algunos de sus efectos y transformaciones. Y por último, aspiro reflexionar, brevemente, sobre el rol de los Comunicadores Sociales frente a las dinámicas de individualismo y exclusión (generadas mediante la colonialidad del saber) en el mundo moderno occidental.

Marginación y barbarie, conceptos con los que los latinoamericanos deberíamos estar muy familiarizados. Hagamos un breve recorrido por la historia para ver más o menos cómo funcionan estas dinámicas, pero hagámoslo desde la comunicación, definiendo nociones importantes como logos y doxa que aluden a la razón-palabra y a la opinión, tal vez allí encontremos una cadena de transmisión hereditaria que nos permita entender de donde provienen algunas de las particulares características de exclusión occidentales. Para los griegos, bárbaro era aquel extranjero que no hablaba bien el griego, bárbaro es una palabra onomatopéyica que el latín traduce como balbus, esto es: el que balbucea, tartamudea (Bar-bar…). Es el torpe de lengua, el que no pronuncia clara y entendiblemente. Bárbaro será, también, sinónimo de salvaje, inculto, no cultivado de conformidad con el que parece ser el referente de hombre en la antigüedad, el hombre mismo por excelencia: el griego . Para los griegos la noción logos tiene dos acepciones, una como razón, que aclara y define lo que se conoce, y, otra como palabra, capacidad de expresar este conocimiento a otros. El logos dominante en la antigüedad era el griego y los que no fuesen griegos no podían acceder a él, puesto que el logos era también el buen decir, pero un decir razonado desde las mismas nociones griegas. Dicho logos era de carácter tan dominante que no se discutía con otros logos puesto que no los consideraba como validos; no era diálogos. Lo que decían los otros, los no griegos, era considerado como doxa, opinión, aseveraciones que carecen de valor en la medida en que no fueron elaboradas a partir de las nociones epistemológicas griegas. Con el paso del tiempo, y la expansión del imperio Romano, estos valores sobre quién era bárbaro y quién no, tuvieron que irse modificando, puesto que no podían conquistarse pueblos y seguirlos discriminando como “bárbaros”. Ahora eran considerados bárbaros aquellos pueblos que no pertenecían al imperio Romano, que no servían a él, que no estaban regidos por sus leyes. El logos se impuso a la barbarie; la civitas como civilización, se imponían al “salvajismo”. Las nociones se fueron reacomodando, pero sin que esto implicara disminución de la marginación y la barbarie para los que estaban en las periferias de los centros de poder. Como decía Voltaire: la civilización no suprime la barbarie, la perfecciona.

Digamos entonces que a partir de una propagación-colonización del logos griego (en el que la razón estaba por encima de todo), y posteriormente, mediante la expansión del imperio romano, se fue formando esto a lo que llamamos “mundo occidental”, y que para efecto de nuestro breve análisis le llamaremos sistema-mundo, para seguir con los términos usados por Santiago Gómez Castro y Walter Mignolo . El imaginario del mundo moderno/colonial no es igual cuando se piensa desde la historia de las ideas en Europa que cuando se lo mira desde la diferencia colonial, ya que la colonialidad produjo una doble conciencia. Centremos entonces nuestro análisis en la colonialidad del saber, que está estrechamente ligada a la colonialidad del poder.

Una de las características más importantes del proyecto de la modernidad fue intentar someter la vida entera al control absoluto de la racionalidad, la guía segura del “conocimiento”. Así, el Estado moderno no solo adquirió el monopolio legítimo de la violencia física y simbólica, sino que lo usó para dirigir la vida de los ciudadanos de acuerdo a los criterios que se establecían científicamente. Por lo tanto, el nacimiento de las ciencias sociales no fue un fenómeno enteramente adicional al funcionamiento del Estado, sino en cierta medida, constitutivo del mismo. Sin las ciencias sociales el Estado no estaría en capacidad de ejercer control sobre la vida de las personas. Las ciencias sociales surgen a partir de la necesidad de ajustar la vida de los ciudadanos al aparato de producción. De ahí que sus instituciones: el derecho, las constituciones, las escuelas, los hospitales, las cárceles, etc., estuviesen definidas por el imperativo jurídico de la “modernización”; es decir, por la necesidad de disciplinar las pasiones y orientarlas hacia el beneficio de la colectividad a través del trabajo . La cuestión es que este intento del Estado por controlar la vida de los ciudadanos produce lo que Santiago Gómez llama “la invención del otro” y esto no se deslinda de las nociones de civilización y barbarie, de logos y doxa, de centro y periferia. En la medida en que el proyecto de la modernidad iba requiriendo determinados perfiles para desarrollarse, iba también construyendo las identidades de los ciudadanos y dicha construcción involucraba los dispositivos de saber/poder a partir de los cuales esas representaciones eran construidas.

Podríamos afirmar, según Santiago Gómez, que las ciencias sociales funcionaban estructuralmente como un “aparato ideológico” y de una u otra manera (por acción u omisión) legitimaban el colonialismo. Y lo más seguro es que lo tengan impregnado en sus estructuras. El colonialismo del saber imperante aún en las universidades latinoamericanas en las que seguimos pensando con las epistemologías que nos impusieron, epistemologías que no construimos, y que por lo tanto no sabemos si nos sirven para pensarnos como pueblos con historias y maneras de vivir particulares. Los latinoamericanos deberíamos replantear el camino por el que vamos, según Leopoldo Zea, filósofo que ha trabajado durante más de 50 años la reivindicación de una filosofía latinoamericana: “La barbarie está en querer ser como otro, la civilización está en el ser uno mismo y construir a partir de este ser.” (P. X). Los pueblos latinoamericanos tenemos dos caminos: concientizarnos de que somos diferentes, especiales y únicos y en esa medida construirnos desde allí, o seguir queriendo parecernos a los países del primer mundo en su manera de pensar, de vestir, de vivir, de producir, etc. Pero hay que tener en cuenta que nunca vamos a poder ser como ellos, vamos a ser una mera imitación. Imitar no es malo, decía Platón, lo peligroso es el modelo que se imita. Parece que los países autodenominados desarrollados tampoco son el mejor modelo a imitar, o por lo menos esa es la gran crítica de Cornelius Castoriadis, Ralston Saul y Walter Mignolo, entre muchos otros pensadores que han investigado el tema del desarrollo en occidente.

Con el fin de la modernidad , las ciencias sociales se han modificado. Muchas disciplinas trabajan mercenariamente para los imperios, gozan de gran poder y se hacen sentir como voces de autoridad cuándo y cómo los dirigentes políticos o los dueños de las grandes corporaciones y capitales multinacionales lo consideran conveniente. Pero intentemos profundizar ésta crítica, intentemos captar cuáles han sido los daños más grandes que produjo la racionalidad occidental en el hombre moderno o post-moderno.

En algún momento de la historia se empezó a gestar una definición de “desarrollo” en la que imperaba una noción de racionalidad fundamentada en la producción infinita, producir más y más, con menos costes de producción y más ganancias era la meta. Producir más de todo y con más potencia, con la excusa de una distribución del ingreso más equitativa; aunque hoy vemos que los excedentes de esa hiperproducción no llegaron a los estómagos y bolsillos vacíos de grandes sectores poblacionales en África, Asia y América Latina. ¿Cuál es el límite o la meta? La meta es que no hay meta, no hay límite, ¿Cuál podría ser el limite de ganancias de una empresa, cuándo detenerse si se está “ganando”? Este afán de hiperdesarrollo infinito produjo con el paso del tiempo, y en gran parte gracias a las ciencias duras, y a las ciencias sociales al servicio de dicha noción de desarrollo, algo a lo que me atrevo a llamar: la fragmentación de occidente. Esta fragmentación radica en el efecto de individualismo que produjeron las diferentes especializaciones humanas, me explico, y para ello me baso en la crítica que hace Ralston Saul a la racionalidad occidental: El hombre occidental moderno parece estar encerrado en una caja, en la caja de su especialidad, si es ingeniero, medico, arquitecto o filosofo, etc., sólo le importa lo relacionado con su especialidad, a pesar de que gracias a los medios hoy los niveles de cultura general sean elevados, este conocimiento parcial sobre modas coyunturales no tiene mucha importancia para nuestro sujeto en la caja. En realidad el especialista tiene toda su atención centrada en su especialidad, lo demás es adorno o tiene poca relevancia, pero entonces ¿dónde quedan sus deberes como ciudadano? Tal vez los ha delegado a otros, pues lo más importante es su especialidad y apenas si tiene tiempo para ella. Algunos astutos me dirán que con que cada quien haga lo suyo bien, se saca adelante cualquier nación. Pero preguntémonos ¿qué es salir adelante?, ¿qué es “desarrollarse”?, ¿quién dijo qué es el desarrollo? ¿Quién dijo que camino debe transitar la humanidad y quien era para decirlo? ¿Será que vamos bien? Sostengo que occidente esta fracturado en la medida en que las personas son cada vez más infelices, por ejemplo en Europa elun comisario de Sanidad y Consumo llamó a las enfermedades mentales como "el asesino invisible" debido a que cada año mueren 58.000 personas por suicidio. Mencionó, además, que la mayor parte de las muertes por suicidio están ligadas a enfermedades mentales, especialmente depresión. Un 15% de las personas que sufren depresión grave se suicidan, y un 56% intentan acabar con su vida . Estoy de acuerdo con Ralston Saul y con Castoriadis cuando dicen que occidente es una civilización en decadencia en la medida en que estamos divididos y no nos importa el bien común y mucho menos el de los que están por venir. ¿Tiranía generacional? Tal vez hemos perdido el norte, tal vez nunca lo tuvimos. Estamos tan habituados a las injusticias de este modelo de vida que prácticamente las consideramos como naturales a la vida misma. El individualismo que produjo la especialización fragmentó el corazón del hombre, y también su pensamiento. Como diría Ralston Saul: “Nunca se ha defendido tanto el fracaso con tanto fervor, como si fuera un éxito. En parte porque hubo cierto éxito. En parte porque una civilización que es sólo un sistema no tiene memoria ni forma” . Sabemos tanto hoy que todo es falso y a la vez verdadero. Las diferentes disciplinas guardan celosamente sus fronteras de que otras las invadan como si se pudiese entender de manera integral el mundo desde un solo lugar, y aplican la dinámica de marginación mediante el logos especializado de cada una. Se desacreditan y contradicen entre si. Crean nociones especializadas de niveles de complejidad innecesarios en los que sólo los que están dentro de ellas podrían comprenderlas y los que no están dentro pues simplemente son considerados doxa. Para nosotros los comunicadores sociales estas cuestiones son de mucha importancia, puesto que no somos una ciencia, ¿entonces somos doxa? Para muchas disciplinas si, lo que decimos no tiene un valor de logos, nos consideran un océano de conocimientos con un centímetro de profundidad, pero yo no estaría completamente de acuerdo con esto. Tal vez desde nuestro no lugar podemos ver más la totalidad del bosque de lo que pueden ver muchas disciplinas que están clavadas en su objeto de estudio, escarbando en “su parcelita de realidad”, desconectadas de importantes epistemologías y visiones sobre el mundo y el hombre, atadas a paradigmas que limitan sus ojos, sus sensibilidades. El conocimiento no puede ser sóolo información y especialización, y menos un manual de instrucciones. El conocimiento tiene que ser una investigación del ser humano en cuanto ser integral, no podemos dividirlo, fragmentarlo, fracturarlo y pretender que el hombre sea feliz, pretender que no se enferme y no desarrolle conductas desviadas y destructivas. En la medida en que nos sumergimos en las especializaciones y olvidamos las otras esferas del ser, engrosamos las paredes de las cajas en las que estamos encerrados, convirtiéndolas en prisiones y grilletes que no vemos, quedando incomunicados e insensibilizados del mundo como extensión nuestra, del mundo como nuestro y de las generaciones venideras.

Sobre los hombros de los comunicadores sociales recae una gran responsabilidad, me atrevería a decir que superior a la de muchas disciplinas en la medida que una de las esferas de nuestra labor implica la difusión y propagación de ideas, discursos, maneras de vivir, paradigmas, etc. Debe ser muy triste tener conciencia de estar propagando ideas que esclavizan a otros, ideas que los explotan y oprimen, convertirnos en mercenarios que vendemos nuestro conocimiento al mejor postor. El poder que tenemos los comunicadores implica una gran responsabilidad social, y debemos recordar que antes que comunicadores somos ciudadanos del mundo, y en esa medida tenemos que ejercer dicho titulo que implica mucho más que portar la cedula y pagar impuestos. Implica velar por el bien común. En Atenas los ciudadanos que no participaban de la política eran considerados idiotas . Deberíamos rescatar esa noción ateniense de política en la que participar de ella era parte de la vida misma, de las conversaciones y acciones cotidianas. Y aunque con este texto esperaba criticar nociones más profundas de la racionalidad occidental, tendré que conformarme con decir que en nuestras manos hay gran poder para modificar – o por lo menos, hacer reflexionar - las foráneas ideas desarrollistas, que hoy nos constriñen a actuar como reproductores de un discurso ajeno. Ahora bien, los grandes cambios no tienen porque ser inmediatos, pero si podemos contribuir a la construcción de un sistema mundo-mejor, no sé si éste tiene arreglo, pero creo que igual hay que darlo todo por intentar mejorar por lo menos pedacitos de nuestro entorno, utilizando lo que mejor hacemos: propiciando espacios de deliberación – como este Congreso -, gestionando y promoviendo la participación, organización y movilización social; para permitir que nuestro apellido de Comunicadores Sociales sea el estandarte que guíe nuestro accionar profesional. Creo, tal vez ingenuamente, que un camino de salvación para el hombre moderno occidental y en especial para nuestra profesión, es la búsqueda de reconciliación entre las diferentes disciplinas, entre las especializaciones, ningún hombre es una isla. Pero esto sólo será posible en la medida en que respetemos y valoremos las nociones y epistemologías de los demás. Y para efecto de nuestra labor es - más que útil - una obligación establecer profundos vínculos y diálogos con otras disciplinas que nos permitan conocer, en la medida de lo posible, nuestro sistema-mundo para tener criterio y conciencia sobre la profundidad y el verdadero valor del ejercicio de nuestra profesión.

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