Deambulando por lo que parece ser un universo dinámico, de paso por la vida, transformando el instante en eternidad y viceversa. Encontrandome y tal vez encontrandote en medio de una apacible calma que antecede algunas transformaciones como el amor o la muerte, creyendo en lo que es, lo que puede ser y lo que será.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Lectura para la primera sesión del curso de Comunicación Multimedia

Hola a todas y todos, el siguiente texto es un "Manifiesto" que nos sirve para abordar algunas cuestiones de fondo sobre la creación de productos multimedia. Su contenido será tenido en cuenta para las discusiones de la segunda y tercera sesión, también para la evaluación escrita del segundo corte y en general a lo largo del curso, recomiendo leerlo y apuntar aparte las ideas más destacadas o aquellas que generan dudas o inquietudes. Una copia del texto se encuentra en fotocopiadora para los que deseen tenerlo en la mano o a lxs que les quede dificil leer en el computador.



NADIE HABLA DE INSURRECCIÓN, NI SIQUIERA ESCOITAR.ORG
(Mushup de textos sobre lo deseable)
Por Chiu Longina

Manifiesto en clave terrorista leído el 29 de julio de 2009 en la Facultad de Historia de la Universidad de Santiago de Compostela dentro de la programación del curso de verano “La espectacularización de la cultura”. Incluye textos literales e ideas de los siguientes autores, ese es el motivo por el que arranca y termina entrecomiilado: Adolfo Estalella, Antonio
Orihuela, Comité Invisible, David Casacuberta, Jorge Alemán, José Gil, La Société Anonyme, Laura Baigorri o Slavoj Zizek


“Aunque últimamente Escoitar.org se ha posicionado en la arena artística
teorizando sobre la realidad contemporánea, lo hace por necesidad. Por una parte para llamar la atención sobre algunos aspectos de la producción cultural que, aun habiendo evolucionado, encuentra resistencias entre una buena parte de los gestores públicos. Ellos, evitando esta reflexión sobre las necesidades y demandas actuales, se han convertido en tapones o losas para toda una generación que, al esfuerzo de producir cultura y crear sentido en sus producciones, debe añadir ese otro esfuerzo para lidiar con los obstáculos muchas veces infranqueables que plantea la gestión cultural institucional. Teorizar y publicar en lugares como este no es más que una acción cuasi-política cuyo objeto es librar de obstáculos el torrente creativo de nuestra generación.

Escoitar.org siempre ha entendido que en el terreno de la comunicación cultural las obras
no podían ser otra cosa que colectivas, aun a pesar de pertenecer intelectualmente a una
voluntad concreta, una voluntad que opera como contagiador de ilusiones, como disparador o
catalizador de ideas. Los proyectos en los participa y que trazan su línea vital tienen en común un
deseo por sintonizar con el tiempo real, es decir, responden a ese ya paradigma dinámico,
(porque no se puede hablar de un nuevo paradigma en la producción cultural, sino de una
situación contingente), un paradigma desde el que se cuestionan muchos valores de la vieja
escuela y en el que no sólo no nos sentimos artistas o autores, menos aun críticos, sino que
asumimos nuestra condición de productores y al mismo tiempo de productos, “gente que
produce”, como diría La Société Anonyme1. Esta creación colectiva de la que hablamos es ante
todo un posicionamiento ético en relación a la función de internet en el desarrollo social y
distribución de la cultura, aspira a deformar ese cuadrado perfecto y hacer que el ángulo donde
está el público pese más, evitando tanto el “arte elitista” como la cultura como mera excusa para
montar negocios. Esta creación colectiva forma claramente parte de esa contingencia histórica de
la que después hablaremos, de ese nuevo paradigma estético a la hora de entender la función del
1“Redefinición de las prácticas artísticas, s.21” de la LSA, (La Société Anonyme), que se define a si misma como "un grupo de
artistas y teóricos de composición variable, fundado en 1990 y dedicado específicamente a investigar y desarrollar experimentalmente
las relaciones entre las prácticas artísticas y el pensamiento crítico"; http://aleph-arts.org/lsa/lsa47/
1
artista en la sociedad. Funciona como un paradigma ético (y como no, económico) que nos
plantea otra forma de entender la función del creador en relación a la sociedad, de cómo la
información ha de circular de la forma más libre posible, o cómo ese activismo sugiere la idea de
que el arte sigue teniendo una función política. Una de esas funciones es precisamente
democratizar el arte, conseguir, según el archi-nombrado dicho de Beuys, que cada hombre sea
un artista.
Lo queramos o no (y nosotros si lo queremos), en estos momentos se está definiendo una
nueva cultura, “una cultura del remix en la que los creadores construyen sus obras a partir de
fragmentos de otras creaciones; desmontándolas y remodelándolas en función de sus intereses”2.
Se trata de una cultura en definición. Los creadores y productores que hemos subido a este barco,
o mejor dicho, que vivimos el tiempo que nos ha tocado, no sólo nos oponemos al poder
establecido, sino que trabajamos también para crear un nuevo tipo de poder en la red. Resistencia
y entusiasmo, acciones de resistencia al status quo, a la cara oscura del capitalismo. Proyectos
básicamente hechos por personas: personas con energía, personas que dedican su tiempo y sus
recursos, personas que colaboran, personas que, de alguna manera, tienen fe, y creen en el
cambio social tan necesario. Lo creen cuestionando todos los engranajes de la política cultural
actual, cuestionando a los gestores culturales institucionales y a las propias instituciones,
encargadas hasta ahora de la promoción, producción, y distribución de cultura oficial, una función
que les daba un enorme poder y les permitía una capacidad de manipulación y concentración
peligrosas para los propios creadores y para ese mercado.
Desde nuestra perspectiva estos elementos son cada vez menos necesarios, las
tecnologías han cambiado las reglas del juego, y todos, (principalmente los creadores, pero
también el resto de la humanidad), saldríamos ganando si no permitiésemos que aquellos que ven
peligrar sus desfasados y anacrónicos modelos de negocio (por falta de miras, imaginación, y
ganas de adaptación) manipulen a la opinión pública y presionen a legisladores, fuerzas de orden
público y jueces para que adopten medidas cada vez más restrictivas de los derechos de los
ciudadanos. Que instrumentalicen la cultura y se olviden de su objeto principal, que es servir
como herramienta para la transformación y el desarrollo social. Porque una cosa si es cierta: las
instituciones culturales operan en una buena parte con dinero público, y en el caso de los Museos
y Centros de Arte ese dinero público es utilizado al servicio del mercado y de los nichos laborales,
y no al servicio de la causa que representa (la cultura).
No podemos negar que lo que la sociedad ha incorporado al imaginario común es que, en
2 David Casacuberta: Código Fuente: la remezcla, Editorial, Hapxmedia S.L., Asociación Cultural comenzemos
empezemos, Instituto Andaluz de la Juventud y Universidad Internacional de Andalucía (UNIA), Sevilla, 2009.
2
su conjunto, un museo o un centro de arte actúa como un diccionario de valores artísticos: lo que
no está presente en ellos no es arte, o no lo es oficialmente. Ellos se encargan de verificar y
validar una selección de los que serán presentados en sociedad como “artistas”, legitiman y
consagran oficialmente los valores artísticos (y los valores económicos ligados a las obras),
construyen imaginarios compartidos, actúan como mediadores o puentes hacia el enfrentamiento
con la otredad, crean efectos históricos, secularizan rituales, van de la mano del poder en nombre
del conocimiento y de la cultura, y, en general, aspiran a servir como dispositivos de visualización
de la cultura contemporánea. Desde hace unos años esta misma sociedad que describe de ese
modo estos espacios también les pide que actúen como instrumentos de integración social, que
conecten sus discursos con la historia social y cultural, que ofrezcan sus espacios como sedes
para la contestación cultural y que operen como centros cívicos. Pero... ¿Responden ellos a este
deseo social?
En nuestro país, en general, la divulgación cultural de estos espacios, (aún queriendo
aparentar otra cosa), todavía resulta pasiva. Más que organismos didácticos, abiertos y
educativos, dirigidos al gran público, son en la práctica únicamente instrumentos de consulta para
los que ya son conocedores del lenguaje artístico. Actúan como dispositivos de vigilancia y
disciplina, como instrumentos de control ejercido a partir de su carácter ceremonial y sus rituales
excluyentes. Se sitúan en ese espacio “liminal” (aislados de la vida cotidiana) y no conectan con
esa realidad social que reclama trabajo de base, programas culturales que sensibilicen acerca de
la importancia de la cultura como arma de desarrollo social y que sirvan para gestar una demanda
real de consumo cultural. Se les pide que sean productivos socialmente y no políticamente. Que
sus gestores se impliquen en la vida intelectual del país. También se reclaman acciones de política
cultural que posibiliten y generen necesidades como la creación o conversión de las instituciones
de arte en espacios de participación abierta en los que la propia sociedad pueda tomar parte
mediante la recreación constante de las obras, participando de este modo en la cultura de la
remezcla que ya es una realidad en muchos países.
Inmanencia comunista y acontecimiento prometen juntarse, una idea que se respira
últimamente en todas partes. Se juntarán como lo hicieron en otras muchas ocasiones a lo largo
de la Historia, antes y después de Marx. El protagonista intempestivo de esa combinación está
incubándose en la globalización capitalista como lo hiciera el movimiento obrero en tiempos de
Marx.
Una buena parte de los actuales productores culturales, que ya conocen las trampas del
actual sistema, han aprendido a habitar el mundo en lugar de querer construirlo. Se han
convertido en “inquilinos de la cultura” y se han deshecho del lastre representacional y simbólico.
3
Han dejado atrás la autoreferencia y la autocomplacencia. Se esfuerzan en conocer cómo operan
los condicionamientos económicos sobre la producción del imaginario, en qué medida pueden ser
modificados, y cómo funcionan estos procesos de transferencia de imaginario.
También incorporan a la dimensión estética la histórica y la social y son conscientes de que
es conveniente producir obra que incluya intrínsicamente criticismo y herramientas para su
interpretación. Son más que nunca conscientes de su compromiso social a la hora de hacer
conscientes aspectos inconscientes de la realidad, de que no existen propiedades inalterables en
los fenómenos simbólicos, ni facultades permanentes de una supuesta naturaleza humana. Saben
que el campo simbólico se forma en el sistema de relaciones de producción, distribución y
consumo de la sociedad que habitan y operan en esas coordenadas. Ahora sólo queda que se
comprometan con la constitución de la memoria colectiva de nuestra cultura, que sean
conscientes de la necesidad de hacer país, aun perdiendo algo de lo propio en el proceso. Que
trabajen colectivamente.
Pero... ¿Qué ocurre con la sociedad receptora, con los públicos que hemos dado en llamar
“Masa humana”?
Obviamente un acercamiento más profundo a la concepción de la realidad actual en la
producción y recepción cultural debe incluir, al menos, un repaso de los aspectos que le afectan,
esto es: la ubicación de esta producción en la estructura social, el análisis de la propia estructura
del campo cultural, su organización material (medios de producción, evolución y sus relaciones
sociales) y un acercamiento a la sociedad que recibe esta producción. Un analisis de todos estos
aspectos se pueden encontrar en muchos discursos que relatan e historian esta transformación
cultural mediada por la incorporación de nuevas tecnologías a la sociedad, nos referimos a
clásicos como McLuhan, Edward T.Hall, Manuel Castells, Roy Ascott o Francis Pisani desde
medios de comunicación de masas. Aunque recientemente han sido las publicaciones del Festival
ZEMOS98 y los papers de Medialab-Prado así como otros muchos documentos de tinte
internacional quienes han dado en el clavo a la hora de relatar estos cambios de rumbo en la la
producción y recepción cultural.
Quizás sea necesario hacer referencia a una de las problemáticas más discutidas en los
últimos años, que no ha sido resuelta y que tiende a radicalizarse en nuestros días. Hablamos de
esa sociedad del espectáculo que Debord presentaba en su manifiesto de 1967, de la que
Baudrillard insistiría en su Cultura y Simulacro diez años más tarde y de la que ha habido rios y
vértigos interpretativos que han terminado en un delirio explicativo cuyo resultado arrojó
conclusiones poco esperanzadoras, (sobre todo si son interpretadas desde un punto de vista muy
4
concreto desde el que se insiste en ese supuesto carácter contingente de la realidad histórica del
capitalismo, dando por eterno el principio de dominación capitalista, o pensando que la
explotación de la fuerza de trabajo y la ausencia de justicia son insultos de primer orden).
Todo apunta a que ese esperado final del capitalismo abriría la posibilidad de un viaje vital,
de la constitución de sujetos inscritos y cuestionados (asunto que enseguida veremos), pero todo
apunta también a que dicho final es muy poco probable, sobre todo porque ahora la simulación se
caracteriza por la precesión del modelo sobre el hecho.
En la sociedad occidental actual lo que hemos llamados “masas” absorben toda la
electricidad de lo social y de lo político; la neutralizan sin retorno. Las masas son inercia, son el
poder de lo neutro, no irradian sino que, al contrario, absorben toda la radiación de la historia, de
la cultura, del sentido. La espectacularización de la sociedad contemporánea por medio de la
proliferación de tecnologías de la comunicación lleva a olvidar la densidad del éter ideológico que
nos rodea y funciona como anestésico. Porque aunque los totalitarismos han fracasado en el
intento de producir un sujeto nuevo, el neoliberalismo si ha conseguido construir (sobre la
aniquilación del sujeto (post) moderno), (y cito al filósofo Jorge Alemán3): “un individuo autista y
consumidor indiferente a la dimensión constitutivamente política de la existencia. Un individuo
referido sólo al goce solipsista del objeto técnico que se realiza como mercancía subjetiva en la
cultura de masas”. Esta ya “base antropológica” de nuestra civilización, ese culto desesperado al
intercambio mercantil de equivalentes, esa única instancia estrictamente propia de nuestra época
en la que los actos individuales concluyen en esa copertenencia no deliberada a la que llamamos
sociedad, sobrevive a través de una desgarradora doble paradoja, (y de nuevo Jorge Alemán):
“por un lado, el mercado es estructuralmente incapaz de generar el tipo de relaciones sociales
universales -familia, marimonio, educación... - que precisa para reproducirse, relaciones sociales
que, por otro lado, obstaculizan su naturaleza expansiva. De ahi que las políticas
gubernamentales occidentales del último siglo hayan estado marcadas por sucesivos movimientos
pendulares entre la protección social frente a la ruleta rusa económica y la demolición de los
diques antropológicos que limitan la expansión del capital”.
En medio de esta situación contingente algunos se preguntan si aquel poder de
transformación cultural que se ha atribuído a contenedores-imán cargados de aura (el
Guggenheim-Bilbao, por ejemplo) ha contribuído al verdadero desarrollo de la sociedad que los
acogió. También preocupa cómo conseguir que el arte sea relevante para las nuevas
generaciones, que cuando dejará de ser una cuestión privada que no entra en la vida, que no
3 Alemán, Jorge, Slavoj Zizek y César Rendueles: Arte, ideología y capitalismo, Editorial Círculo de Bellas Artes,
Madrid, 2008.
5
transforma las existencias individuales. Preocupa si es en los museos donde se generan grandes
ideas o se celebran grandes logros y conquistas. Todo apunta a que no es ese el lugar adecuado,
que su instrumentalización de la cultura ha generado rechazo social y que el objeto de
contestación vuelve a ser, como exigía en su día Walter Benjamin, la institución burguéscapitalista,
es decir, la academia, el mercado, esta idea de museo-imán y, como no, los medios de
comunicación de masas.
¿Cómo explicar semejantes efectos secundarios?, ¿cómo explicar este sentimiento
generalizado y compartido por toda una generación de productores culturales?, ¿cómo explicar
este malestar general de la sociedad?, esta inconsistencia social, esta situación de la que la
sociedad parece querer escapar a cada paso. Porque ante ese prurito que sentimos muchos no
podemos aceptar que dichos males y sinsabores provienen de una lógica y de un poder que nos
sobrepasa. No podemos aceptar que la lógica del tiempo histórico es infranqueable. No podemos
olvidar que el sentimiento de responsabilidad por la comunidad, o por un país es un ingrediente
indispensable para pensar en claro. No podemos resignarnos porque la resignación conduce a la
impotencia y la pasividad a la inercia y al inmovilismo.
Estamos asistiendo en directo al movimiento de desplome de una civilización y tenemos
que tomar partido. Asistimos a un tiempo de anestesia democrática, de pérdida de percepción de
lo real y es necesario recobrar esta percepción. Parece que nada tiene realmente importancia,
nada es irremediable, nada se inscribe., no brotan conflictos, sólo guerras económicas, no gritan
las conciencias, vivimos en la niebla.
Quizás una de la formas de abrir debate y vislumbrar este mal sea a través de una
descripción de los síntomas, de qué modo han afectado y afectan dichos síntomas a la sociedad
que deviene anestesiada y aletargada, esa sociedad del espectáculo de Debord y esa poco
humana y sospechosa descripción de “Masa Humana” cuyas vidas privadas ocurren a cubierto de
la historia y sus tumultos. Vamos a incluirnos todos en esa Masa Humana y describir algunos de
sus malestares, a ver si avistamos causas.
Empezemos con el concepto clave de “inscripción” de la mano del sociólogo y Filósofo
portugués José Gil y después hablaremos de ese “espacio público” necesario para inscribirse
como ciudadanos, para imprimir nuestra existencia. Pero antes atendamos a como el Comité
Invisible en su manifiesto “La insurrección que viene”4 describe a la sociedad europea/occidental,
dice: “No habrá solucion social a la presente situación. En principio porque el vago agregado de
medios, de instituciones y de burbujas individuales al que se llama por antífrasis “sociedad” no
4 Comité Invisible: La insurrección que viene, Editorial Melusina S.L., Barcelona, 2009.
6
tiene consistencia, y a continuacion porque no existe lenguaje para la experiencia comun. Y no se
comparten las riquezas si no se comparte un lenguaje. Hizo falta medio siglo de lucha en torno a
las Luces para forjar la posibilidad de la Revolucion francesa, y un siglo de lucha sobre el trabajo
para parir el temible “Estado de providencia”. Las luchas crean el lenguaje en el que se dice el
nuevo orden. Nada parecido existe hoy en dia. Europa es un continente arruinado que va a hacer
a escondidas sus compras a Lidl y viaja en low cost para poder seguir viajando. […] Esta epoca
destaca por lo grotesco de una situacion de la que parece querer escapar a cada paso. […] no
existe la “cuestion de la inmigracion”. Qué añade donde he nacido? Quién vive donde ha crecido?
Quién trabaja donde vive? Quién vive alli donde vivian sus ancestros? Y de quién son los niños de
esta epoca, de la tele o de sus padres? La verdad es que hemos sido masivamente arrancados
de cualquier pertenencia, que no somos sino parte de nada, y que a resultas de esto, tenemos a
la vez que una inédita disposicion para el turismo, un innegable sufrimiento. Nuestra historia es la
de las colonizaciones, las migraciones, las guerras, los exilios, la destrucción de todos los
arraigos. Es la historia de todo lo que ha hecho de nosotros extranjeros en este mundo, invitados
en nuestra propia casa. Hemos sido expropiados de nuestra propia lengua por la ensenanza, de
nuestras canciones por las variedades, de nuestra carne por la pornografia masiva, de nuestra
ciudad por la policia, de nuestros amigos por el salario. […]
Llamar “sociedad” a esta muchedumbre de extranjeros en medio de la que vivimos es tal
usurpación que incluso los sociólogos sueñan con renunciar a un concepto que fue, durante un
siglo, su sustento. Ahora prefieren la metafora de la red para describir la manera en que se
conectan las soledades cibernéticas, en la que se anudan las interacciones débiles conocidas
bajo nombres como “colega”, “contacto”, “copa”, “relación”, o de “aventura”. Sucede de todos
modos que esas redes se condensan en un medio en el que no se reparte otra cosa que códigos
y donde no se juega nada sino la incesante recomposición de una identidad.
[...] en esta sociedad el trabajo ha triunfado sin duda sobre el resto de las maneras de
existir, incluso en un tiempo en el que los trabajadores se han convertido en superfluos. Los
aumentos de productividad, la deslocalización, la mecanización, la automatización, la
numerización de la producción han progresado tanto que han reducido a casi nada la cantidad de
trabajo vivo necesario para la realización de cualquier mercancia. Vivimos la paradoja de una
sociedad de trabajadores sin trabajo donde la diversión, el consumo, las distracciones no hacen
sino acentuar todavia la carencia de aquello de lo que nos deberian distraer”.
Veamos ahora el concepto de inscripción remezclando textos del filósofo portugués José
Gil, a ver si damos con alguna causa-origen de este malestar general. ¿Qué es una inscripción?,
¿cómo puede ser que los acontecimientos de una vida cobren el sentido de experiencias
7
decisivas, formadoras, es decir, cómo pueden éstas inscríbirse de modo que construyan una vida?
Inscribirse significa, entonces, producir realidad. Es en la realidad donde un acto se inscribe
porque abre la realidad a otra realidad. No hay inscripción imaginaria y la inscripción simbólica (la
del psicoanálisis) no hace más que proseguir con la realidad ya construída. Cuando el deseo no
se transforma, el Acontecimiento no nace y nada se inscribe. La inscripción construye el presente,
un presente de sentido, que no se sitúa en el tiempo cronológico, que da sentido a la existencia
individual o a la vida colectiva de un pueblo. La inscripción abre los cuerpos. Si la potencia de vida
aumenta, la inscripción se incorpora en el deseo de tal manera que su marca o sello desaparece.
Si se mutila o aplasta el deseo, queda tan sólo un cuerpo-objeto marcado a hierro (un cuerpo
aprisionado). Cuando el cuerpo se cierra, aparece la no-inscripción.
En esta sociedad del espectáculo y del simulacro lo que se dice no se inscribe, no
constituye acontecimiento. Cualquier promesa es en vano. No hay superficie de inscripción posible
para las palabras que deberían construir el acontecimiento. El salto continuo, la interrupción
necesaria, la dispersión, la impunidad del habla autista impiden que el deseo (el habla) se inscriba
produciendo efectos en lo real.
En nuestro contexto, en Galicia, la no-inscripción forma parte de nuestra idiosincrasia,
como en nuestro vecino Portugal, quizá por eso, los estudios más sólidos y con mayor tradición en
Galicia y en Portugal son los que se refieren al pasado histórico, con una voluntad desesperada
de inscribir, de registrar para dar consistencia a aquello que tiende incesantemente a
desvanecerse, y que, por derecho, se ha inscrito ya, de cualquier forma, pero ¿dónde inscribirlo si
carecemos de espacio público y tiempo colectivo? (en un momento vamos a hablar de ese
espacio de inscripción).
Da la impresión de que en el contexto de este hastío general nada tiene realmente
importancia, nada es irremediable, nada se inscribe. Todo se desarrolla sin que broten los
conflictos, sin que las conciencias griten. ¿Cómo es esto posible?, es posible porque las
conciencias viven en la niebla. ¿Y qué es la niebla?, ¿es la causa de la no-inscripción o esta
existe por efecto de aquella? Es imposible responder a esta pregunta. Existiría, más bien, una
doble causalidad recíproca a partir de un trauma inicial, resultante él mismo de la convergencia y
de la acumulación de muchos pequeños sucesos traumáticos que escaparon a la inscripción
(histórica, social e individual).
Cada territorio tiene sus propios efectos secundarios a esta imposibilidad de inscripción,
sus propios síntomas. En nuestro país (y ahora hablamos de Galicia) es común hablar del autoodio,
de problemas de autoestima, de tristeza existencial, de miedo al otro, de un complejo de
8
estar fuera de la sintonía global (que provoca el florecimiento de tiburones que habitan charcas en
vez de peces nadando en el océano, es decir, un miedo al vacío que impide que nuestro lado
bárbaro se una al cosmos). También los sociólogos hablan de un aparente enanismo mental o un
deseo de ser otro al no reconocerse, de una sensación de estar en continua formación o de la
famosa incapacidad de escuchar al otro, de esa individualidad y desconfianza. También de esa
distinción clara entre seriedad y tiempo de ocio, o de esa pleitesía con el poder político y
administrativo y con esa carencia de historia que sirva de proyector hacia el futuro: en una palabra
del MIEDO A EXISTIR. Una buena parte de estos síntomas, que nos convierten en Masa Humana,
podrían extrapolarse a muchos otros lugares del mundo, lugares en los que la sed capitalista y el
neo-liberalismo más extremo han borrado de la faz de la tierra ese necesario espacio público de
inscripción, ese espacio de expresión, de intercambio libre de ideas que se cerró y se extinguió
en las últimas décadas.
Dice José Gil5 al respecto: “Aquello que aún se puede hacer en el campo de las artes, del
pensamiento creativo en todas sus áreas, es cortado de raíz, y en estos años siniestros, aquellos
que pretenden producir libremente se encierran en sí mismos o funcionan en pequeños grupos
rebeldes, siempre con inquina, envenenados por el miedo, por la claustrofobia y el ahogo, por ese
mal difuso, en fin, por esa enfermedad de la vida, invisible e indefinible que ataca a las existencias
impidiendo el crecimiento y el desarrollo”.
Vamos ahora con ese espacio público necesario para inscribir la vidas de los ciudadanos,
¿Cómo definirlo?, ¿cómo describir ese espacio abierto de expresión y de intercambio, esencial
para que la libertad y la creación circulen en una esfera social? ¿Qué ocurre cuando no existe?
Lo primero: no hay espacio público porque éste está en manos de unas cuantas personas
cuyo discurso no hace más que alimentar la inercia y el encerramiento sobre sí mismos de la
estructura de las relaciones de fuerza que representan, ya lo hemos comentado aquí, pero es
ahora cuando empezamos a ver las consecuencias. Estos lugares, tiempos, dispositivos
mediaticos y personas forman un pequeño sistema estático que trabaja afanosamente para su
manutención (y hablo de las instituciones culturales en general).
El espacio público que aquí reivindicamos no es el lugar de la “opinión pública” ni de
manifestaciones colectivas, política u otras (es decir, no es un salón de actos cedido por un museo
a la asociación de vecinos o al cineclub local). Más incluso que un espacio de comunicación, es
un lugar de transformación anónima de los objetos individuales de expresión. Es la palabra
“público” la que no conviene: porque ese espacio de transformaciones al que aspiramos contiene
5 Gil, José L.: Portugal hoy. El miedo de existir, Editora Regional de Extremadura, Mérida, 2008.
9
zonas de sombra, puntos imperceptibles de unión de fuerzas, líneas invisibles que trazan
trayectos de energía. Este espacio “público”, aun siendo abierto, no se expone necesariamente a
la luz.
La no existencia de un espacio anónimo de transformación de las ideas y las obras anula,
además del poder de creación, el dispositivo necesario (la mediación) que des-subjetiva el
discurso e impide el choque de los sujetos. Pero... ¿A quién le corresponde dibujar estos espacios
de inscripción?, ¿acaso no son las instituciones culturales las responsables de construirlos?, ¿no
deberían ser ellos los encargados de abrir ese espacio de comunicación social?, ¿no sienten ellos
la responsabilidad de edificar sistemas que den voz a “sujetos colectivos de enunciación”, foros en
los que los ciudadanos pudiesen discutir problemas, hacer preguntas, pensar y actuar sobre su
sociedad? ¿No parece evidente que son las instituciones culturales las que cierran
constantemente las mínimas aperturas, las grietas y brechas por donde pudiese todavía entrar
algún aire fresco, alguna fuerza libre? ¿Por qué lo hacen? ¿Son ellas responsables de que el
derecho a la cultura y al conocimiento todavía no haya llegado al sentimiento de la población?,
porque ese derecho existe y cada ciudadano debería verlo cumplido en sí mismo. Esta es la
pregunta que lanzamos en este texto: si el hecho de que vivamos en una sociedad sin espíritu
crítico, aletargada y anestesiada, tiene algo que ver con esta actitud de la gestión cultural oficial.
Porque, lo queramos o no, una sociedad sólo nace cuando el interés de la comunidad prevalece
sobre el de los grupos y las personas privadas.
El fin del Estado es garantizar la seguridad y libertad del ciudadano, entendiendo por
libertad lo máximo posible de la expresión, en sociedad, de su conatus, esto es, de su potencia de
vida. Pocas veces en nuestro pensamiento se desarrolla el máximo de nuestra potencia de vida.
Dicho de otro modo: estamos lejos de expresar, de desarrollar y, por tanto, de conocer y de
reivindicar nuestros derechos cívicos y sociales de ciudadanía, o sea, nuestra libertad de opinión,
el derecho a la justicia, las múltiples libertades y derechos individuales en el campo social y es el
estado, en este caso los instrumentos del estado, quienes deben garantizar y promover este
derecho ya natural.
”Licencia de este texto: Creative Commons Reconocimiento-Compartir
bajo la misma licencia 3.0 España http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/es/
10

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por la medicina de tu palabra